Publicado por: Capellán Strauss Belial (8 de septiembre, 2024)
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Hay tantos enfoques del uso de símbolos en el satanismo como personas que se identifican como satanistas. Algunas corrientes son muy estrictas en cuanto al origen histórico de cada símbolo, mientras que otras adoptan el principio de la libertad de pensamiento y conciencia, usando cada símbolo como una herramienta arbitraria.
Sin siquiera considerar qué símbolos se consideran satanistas y cuáles no, estos son algunos de los más populares y ampliamente aceptados como satanistas:
Baphomet: posiblemente una de las figuras esotéricas usadas por los caballeros templarios franceses, e ilustrada más adelante en los primeros dibujos del tarot francés, es una figura andrógina humanoide con cabeza de cabra, popularizada por un dibujo de un tratado de ocultismo del siglo XIX. Se suele usar como una de las representaciones de Satanás en su versión moderna: no como una caricatura burlesca de religiones paganas (piernas de fauno, tridente de Poseidón, cuernos en lugar de coronas lunares, etc.), sino como una imagen esotérica para representar la figura de Satanás como símbolo de los valores satanistas actuales.
Cruz invertida: originalmente un símbolo católico de San Pedro, donde dicho personaje habría solicitado ser crucificado al revés (aunque si la crucifixión original, como la de Odín, es cabeza abajo, hay quien argumentar que es Jesús el que está crucificado al revés). Actualmente es utilizado como un símbolo anticristiano, desafiando la idea abrahámica de que los símbolos mismos son tan sagrados como lo que buscan representar.
Sello de Lucifer: originado en el libro “Grimorium Verum”, del siglo XVIII. Aunque el libro afirma ser una traducción de textos de 1517, se ha demostrado que esto es parte de la ficción. Las corrientes teístas del satanismo también lo llaman “Sello de Satanás”. Se ha usado de forma arbitraria tanto en corrientes del satanismo como en obras de ficción, posicionándolo como un símbolo principalmente estético.
Sello de Baphomet: dibujado por Anton LaVey, es actualmente el emblema oficial de la todavía existente “Church of Satan”. Es una mezcla de una imagen antigua de Baphomet, dentro de un pentagrama alquimista (usado por primera vez en el libro “La Clef de la Magie Noire” de 1897), rodeado de letras en hebreo que forman la palabra “Leviathan”. Su popularidad lo ha convertido en un símbolo lo suficientemente genérico como para ser usado por bandas de música, películas de terror y en varias otras obras o decoraciones que no tienen relación con esa iglesia.
Cruz del Infierno: originalmente un símbolo alquimista para representar al azufre, fue uno de los muchos simbolismos esotéricos usados por la orden templaria, para después ser adoptado por LaVey y propuesto como un símbolo satánico, supuestamente aborrecido por la Iglesia Católica. En realidad nunca tuvo relación con la Iglesia Católica, pero la popularización de su uso después de los años 60 terminó implantándolo en el inconsciente colectivo como algo opositor al cristianismo.
Sin embargo, muchos satanistas, especialmente los de corrientes más modernas como la humanista, vemos estos símbolos como meras herramientas. Además, a mi parecer, los símbolos no pueden ser sagrados, ni siquiera en su origen, ya que lo sagrado somos las personas, junto a nuestra autodeterminación. Si le damos un estatus de inamovilidad a un símbolo, especialmente si no tiene un significado universalmente aceptado, nos forzamos a adaptarnos arbitrariamente a ellos, o al menos, a restringir su uso. Y todo esto va de la mano con la lógica del lenguaje, pues es el uso el que otorga significado a cada palabra, y no los intentos de prescripciones reglamentarias (“el lenguaje se describe, no se proscribe”).
Hoy en día la gran mayoría de satanistas usa símbolos de forma arbitraria, y cada una de esas personas tiene una intención diferente en el uso de cada símbolo. Si uso un broche con la cruz del infierno, alguien obtuso podría decir que mi intención es enaltecer al azufre. Un católico podría decir que mi intención es enaltecer el infierno, mientras que un satanista laveyano podría decir que mi intención es enaltecer la liberación de mis emociones. ¿Entonces cuándo se convierte en lo importante y sagrado mi propia existencia y mis intenciones?
Como librepensadores, críticos de todo lo tradicional y rebeldes en nuestras ideas, ¿no sería lo más lógico atrevernos a romper y reformular primero nuestras propias herramientas? ¿Qué tan satanista es uno realmente si sigue enseñanzas de forma dogmática, incluso en nuestras prácticas? Y no hablo de cualquier tipo de idea fija, como el estado actual de la moral y la ética, sino de dogmas meramente tradicionales: ¿quién nos obliga a pensar que el pentagrama con Baphomet es solo lo que LaVey dijo? Estamos hablando de elementos que son meramente estéticos o utilitarios, y cuando digo “utilitarios” me refiero a aquellos útiles para nuestra expresión, ¿y quién es el amo y señor de su propia expresión e intenciones, sino uno mismo?
Cuando veo a alguien mostrar un símbolo satanista, lo único que pienso es: “Oh, esa persona tiene un símbolo satanista”. Si ya nos acostumbramos a no asumir nada según preconcepciones arbitrarias, ¿por qué hacerlo entre nosotros y nosotras?
Para terminar: estos símbolos no tienen un uso normado y práctico como las señales de tránsito o los de los hospitales. Nadie morirá si uso una cruz invertida porque me parece bonita, ignorando su supuesta intención provocativa. Pero a pesar de eso mucha gente buscará formas de rebatir y contraargumentar este uso libre. Y ahí volvemos a la reflexión: una de las esencias del satanismo es la autonomía de conciencia y el cuestionamiento constante a todo lo tradicional. Lo provocativo del satanismo no está en lo que trae de fábrica un símbolo de significados ambiguos, sino en la capacidad de cada persona para darles vida a través de nuestras propias intenciones e identidad. El satanismo es un camino de autoexploración, donde podemos darnos la libertad de tomar estos símbolos como herramientas y transformarlos en una sola gran expresión de libertad de pensamiento y autodeterminación.
¡Ave Satanás!