En esta sección se encuentran los principios fundamentales que rigen la Iglesia, referidos habitualmente como “principios”.
Estos principios constituyen los pilares fundamentales que sustentan todas las normas éticas y de conducta de la Iglesia, así como también los conceptos centrales que representan a la religión:
La Iglesia valora la búsqueda constante de comprensión hacia las demás personas y hacia uno mismo, así como la aceptación y celebración de la propia identidad.
i. La búsqueda de comprensión entre las personas constituye una labor inagotable y de gran valor en sí misma.
ii. La aceptación personal es un paso fundamental para comprender a los demás.
iii. El proceso de comprensión y aceptación personal debe incluir el reconocimiento y la valoración de nuestra propia individualidad.
La Iglesia otorga un alto valor a la libertad individual en relación con uno mismo y el respeto a la ajena.
i. Cada persona posee la libertad para gobernarse y dirigirse de acuerdo a sus propias decisiones.
ii. Cada individuo tiene el derecho de pensar, consentir y discernir de manera autónoma.
iii. Es responsabilidad de cada persona fomentar un entorno de aceptación y respeto hacia las libertades individuales de los demás.
La Iglesia otorga gran importancia a mantener un pensamiento crítico frente a todo y a buscar constantemente el conocimiento, tanto en relación con las personas como con el mundo que nos rodea.
i. Nada está exento de ser analizado a través del pensamiento crítico. Cada idea o entidad debe ser examinada y cuestionada.
ii. El conocimiento con base en información analizable y verificable es fundamental para tomar decisiones de manera responsable.
iii. Todo conocimiento o búsqueda del mismo debe estar respaldado por el pensamiento racional y estar sujeto a escrutinio.
Además de analizar todo de manera crítica, la Iglesia también valora la búsqueda de la justicia fundamentada en la razón. Esto implica buscar la equidad entre las personas con base en el pensamiento racional.
i. Todo debe estar respaldado por el imperativo de la justicia. El hecho de que algo sea racional y explicable no implica necesariamente que sea justo.
ii. La noción de justicia se define en términos racionales, bajo parámetros de comprensión y empatía, y siempre considerando la ética en las relaciones entre las personas.
iii. La justicia racional demanda una constante evaluación de los valores éticos y morales, reconociendo que estos pueden evolucionar y transformarse con el transcurso de las épocas.
La Iglesia no otorga ningún valor intrínseco a lo tradicional. Considera que asumir que algo es valioso únicamente por su carácter tradicional es una falacia de redundancia, por lo tanto, es fundamental analizar y cuestionar todo lo que se considere tradicional.
i. Todo lo tradicional debe ser objeto de análisis y cuestionamiento.
ii. Si algo de lo tradicional encuentra su valor en un elemento concreto que esté debidamente justificado, ese elemento es el que debe primar, y no el mero hecho de ser tradicional.
iii. La simple cualidad de tradicional nunca debe ser suficiente para valorar o respetar algo.
La Iglesia valora y establece como parámetro permanente el equilibrio saludable y justo en todas las ideas. Confiar ciegamente en una idea, ya sea de manera intencional o involuntaria, y llevarla a extremos poco saludables es un riesgo constante en el pensamiento humano.
i. Toda idea o criterio debe ser cuidadosamente examinado en función de un equilibrio justo y saludable para las personas.
ii. Nunca se debe depositar una confianza tan ciega en una idea que pueda llevarnos inadvertidamente a extremos injustos o injustificados.
iii. Si bien reconocemos la importancia del equilibrio, existen ideas lo suficientemente perjudiciales como para ser rechazadas por completo y sin considerarlas como parte de un espectro equilibrado (como el fascismo, el patriarcado o el rechazo hacia los derechos humanos).
Publicado por: Ministratura de Comunicaciones